por Mario Guajardo
1. Durante los últimos años, Metallica no ha hecho sino posicionarse como la banda de rock más espectacular y mediática del ámbito musical, más allá de los estrechos márgenes del thrash o del metal. A la altura de cualquier ídolo pop, resistiendo modas, seduciendo masas.
2.
Sin duda, estamos ante los frutos de una estrategia de larga data, cuyo origen
podríamos localizarlo en el Black Album y seguirlo hasta a la hipermediática y
comercial tocata en la Antártica o la rimbombante presentación junto a Lang
Lang en los premios Grammy. Súmenle la película, en cines, en DVD, en 3D, versión
final de la feria, el formato que quieran. Es más, hasta la muerte de Lou Reed
funcionó como táctica para transformar Lulu
de "incomprensible" a "incomprendido". Y ahora una gira
completa hecha a la carta de los fans.
3. Indesmentible: Metallica no ha sabido mantener una calidad técnica apropiada o mínima si la comparamos con bandas Megadeth o Iron Maiden, sólo por nombrar a otros que llenan estadios a su antojo. Kirk Hammett regala risa, está a años luz de un Chris Broderick; de Lars Ulrich sólo podemos decir que hasta en el video previo al recital se bromea sobre su calidad: "Manden a Lars a practicar". Sin embargo, Robert Trujillo, brillante y bestial en el bajo, y James Hetfield, histriónico en el gesto y vigilante en el ritmo, hacen algo más que equilibrar la balanza de lady Justice a su favor, devolviéndole un poco de la dignidad perdida.
4.
Más allá de que desnuden que como masa somos clientes/consumidores, el método
de by request, a la carta, consiguió
la atención y la tensión permanentes respecto a qué carajo íbamos a escuchar.
El privilegio de escoger la penúltima canción- ganó Whiplash, para felicidad de
un servidor-, los fans sobre el escenario cabeceando y presentando canciones-
si bien no hacen olvidar que en los estadios se concentra la gente- obligan a pensar "me hubiese gustado estar
ahí", aunque fuese con un inglés digno de "Chicken Distroy".
5. Presenciamos un gran espectáculo, por la energía que por cantidad de gente, por la batería de hits que tantos de nosotros cargamos en las vísceras, y por un despliegue que sólo tendría competencia con el de Iron Maiden el año 2009 o los de Roger Waters. Es de esperar que el ascenso en espectáculo se refleje en un ascenso musical que, al menos desde Death Magnetic y la correcta The lords of summer, promete esta banda que cada vez que viene vuelve a consagrarse como la más grande entre las grandes.
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