Ciclo de entrevistas sangrientas, 1
Antonio
Gil:
«No
descarto ninguna forma de lucha en lo que se refiere a la obtención de un libro
raro, descontinuado o cautivo en manos de un gaznápiro»
En el ciclo de
entrevistas sangrientas todos los autores de Sangría Editora responden una
misma serie de preguntas preparadas por sus editores para difundir sus libros y
abrir un diálogo con lectores y lectoras a través de otras aproximaciones a sus
obras.
1. ¿A través de qué libros te has relacionado con la literatura en
tu vida? ¿De qué manera te acercas a ellos (compra, intercambio, robo,
fotocopia, descarga, préstamo, etcétera)? ¿Cómo has enfrentado esos libros en
tu obra?

Los libros los compro. Y a veces también los hurto, ya que robarlos
significaría, en rigor jurídico, echar abajo la puerta y creo que, salvo La muerte de Virgilio de Broch, El arpa y la sombra de Carpentier, y dos
o tres incunables que tengo por ahí, ningún libro hasta ahora me ha obligado al
robo con escalamiento o violencia en las cosas. Pero no descarto ninguna forma
de lucha en lo que se refiere a la obtención de una pieza rara, descontinuada o
cautiva en manos de un gaznápiro. Reconozco que podría llegar a matar por un
libro si quien lo posee lo tiene de adorno o intenta chantajearme con él. Jamás
he leído en fotocopias. Hay algo degradado en ese gesto que daña la compleja y
cursi relojería de un barroco fetichista como yo.
Tuve
la fortuna de contar, durante una época muy añorada, con grandes libreros de
cabecera. Samir Nasal, por ejemplo, me prescribió en su librería La orquesta de
cristal en Santa Filomena, de varios, muchísimos, títulos claves en mi
desordenada aproximación a los libros. La muerte se llevó a ese viejo y buen
amigo. Otro ha sido Erwin Diaz, buen poeta, buen amigo, y otrora librero de
alta categoría por su cultura. Si no hubiese seguido los consejos de ambos probablemente
tendría bastante más dinero que el sencillo que hoy me tintinea en el bolsillo.
Pero mi vida sería infinitamente más pobre, más estrecha, más oscura. Y mi
trabajo textual más anémico, más cobarde, menos inclemente.
Un escritor debe procurarse un librero que, conociendo su obra, sea
capaz de ir vitaminizando al que escribe con lecturas ricas en calcio, en filo,
en complejidad, en experimentación, en registros de lenguaje cada vez más
amplios y más hondos.
A
los libros me acerqué escuchando su lectura antes de dormir, antes de yo saber
leer. Luego me sobredosifiqué casi hasta morir y andaba por la vida como el
profesor Tornasol de Tintín, leyendo por las cornisas. Elegía la ropa por su
capacidad de guardar libros. Todas mis chaquetas tienen un libro en cada
bolsillo. Ahora hemos logrado una templanza en todos los aspectos de la
existencia que incluye también esa voracidad malsana.
La
libertad de los libros me ha convertido en un sujeto peligroso, ya que prefiero
los espacios de ficción a los de realidad. A veces no distingo muy bien el
linde entre una y otra. La fabulación me lleva muchas veces por rutas
inverosímiles, que tardo años en separar de la realidad pedestre y sucia en que
vivimos.
Un
dato importante: soy omnívoro, devoro todos los géneros, todas las calidades,
todas las editoriales.
Aquí
seré más preciso en cuanto a los libros que identifico como germinales de mi
trabajo escritural: Maladrón de Asturias,
Moby Dick de Melville, Hijo de ladrón de Rojas, El reino de este mundo de Carpentier, la
poesía de Borges, toda. Lezama Lima, Sarduy. Y ese cerro amarillo de la Colección
Robin Hood que junto al Nutritol me alimentó la infancia gracias a padres y abuelos
preocupados y cariñosos. Desde aquí les doy las gracias donde quiera que estén.
No puedo ocultar tampoco la influencia de la madre de mi hija, Marcela Serrano,
quien me inició en el poderoso mundo de la literatura norteamericana; incluyendo
esos portentos que son los autores de la llamada serie negra, que es literatura
del más alto nivel.
2. ¿Cuáles son las instancias, experiencias y ámbitos en que
circulas para escribir? ¿Cómo es tu relación material y cotidiana con la
escritura?
Obligado a ventilar asuntos casi psiquiátricos,
diría que cuento con una capacidad de obsesión mal medicada que me pone en una
disposición de saberlo todo, de conocerlo todo respecto de un determinado tema
o hecho. A partir de esa compulsión cumplo mis tareas cotidianas –llamémoslas
profanas– con rapidez y certeza, mientras se incuba el libro, sus necesarias
capas de significación, su aventura, la que se ejecuta con papel y tinta antes
de pasar a ese espacio de agua que es la pantalla del computador. Trabajo con
cientos, con miles de datos exactos, números de calles, placas patente de
automóviles, nombres reales de perros y gatos, que van tomando espesor en un
ejercicio medianamente planificado, o contando apenas con una hoja de ruta que
me permite volar. Tengo por fortuna amigos de todas las clases sociales que
saben, los que muchas veces me orientan en la búsqueda de información. Por
desgracia la puta muerte me los ha quitado a puñados con el correr del tiempo.
Datos certeros, inventos suyos, da igual: literatura germinal.
3. Cuéntanos la lectura anónima más gratificante que te imaginas de
algún libro tuyo.
Conozco algunas que son maravillosas: por
ejemplo, Hijo de mí siendo leído por
un tripulante pesquero de altamar en su coy o hamaca de marinero durante una tormenta.
Siempre
que redacto una novela lo hago para una sola persona, a quien no he visto ni
veré nunca, que está sentado bajo un manzano frente al canal de Moraleda. Para
esa persona, hombre o mujer, son todas mis novelas.
4. Descríbenos o escríbenos la mejor reseña o crítica literaria con
que has fantaseado.
Alguna vez recibí un diario francés, de
provincia, con la reseña crítica de una novela mía en traducción al francés.
Caminé una hora bajo la lluvia con el diario bajo el impermeable, a campo traviesa,
hasta la lechería de un francés. Era parca. Escueta. Seca. Y volví feliz. Me
encantaría ver una reseña escrita en cirílico y tener que buscar a un ruso
blanco, muy viejo, que me traduzca lo qué le pareció al autor mi trabajo.
5. ¿Qué tipo de libro jamás escribirías?
Literatura industrial, libros guiados por
editores y managers expertos en temas de interés específico para las grandes
masas. Eso no escribiré nunca jamás. Libros que no sean una aventura personal
no haré nunca.
6. ¿Cómo hacer política con tu libro?
Esta pregunta es extraordinariamente compleja.
La respuesta pues será breve. Cada libro mío, espero, crea una nueva realidad.
Y en ella se agazapan verdades feroces que a los críticos generalmente les
resuenan mal. No soy un predicador, pero al parecer de algunos mi trabajo tiene
algo de sermón. Si se tratara del sermón de la montaña, vamos, pero yo siento
que todos mis libros tienen una ineludible voluntad de poder. Y si –lo sepa yo
o no lo sepa– me subo al púlpito, bien por ello.
7. ¿Cómo va a ser tu próximo libro?
Histórico, para variar. Magnífico, provocador y
renegado.
***
Títulos publicados en Sangría:
Tres pasos en la oscuridad. Antonio Gil. Sangría Editora. Santiago, 2009.
Carne y Jacintos. Antonio Gil. Sangría Editora. Santiago, 2010.
Retrato del diablo. Antonio Gil. Sangría Editora. Santiago, 2012.
Apache. Antonio Gil. Sangría Editora. Santiago, 2013 [en preparación].
Antonio Gil nació en la viña El Rincón, a orillas de Santiago, en 1954. Estudió en el Instituto de Humanidades Luis Campino y en la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de poesía Los lugares habidos (1982), Cancha rayada (1985) y Mocha Dick (2006). Escribe semanalmente en varios medios de prensa chilenos.
Su obra novelística comenzó con Hijo de mí (1994), Cosa mentale (1996) y Mezquina memoria (1999), compiladas en el volumen Tres pasos en la oscuridad (Sangría Editora, 2009), y luego siguió con Circo de pulgas(2003), Las playas del otro mundo (2004), Cielo de serpientes (2008), Carne y Jacintos (Sangría Editora, 2010) y Retrato del diablo (Sangría Editora, 2012).
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