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¡¡Palestina, Palestina, Palestina!!

¿Salgamos del Bar? Un paseo  por las calles nos haría bien, les propongo las calles de los años setenta, mi infancia. En serio, nos es nada fome. Es a la antigua, con faroles y callejones oscuros. Petardos en año nuevo y rodillas peladas. Yo invito.


 Me veo con mi madre comprando en los comercios de Estación Central, antes era parte de la Comuna de Santiago. Por ahí por donde está ubicado el matadero de aves y las antiguas calles donde vendían conejos, pescados y mariscos. Yo veía a los pescaderos meter los locos en cámaras de ruedas de auto y  golpearlos sin piedad contra enormes barras de hielo. Las aceras siempre mojadas, como si recién hubiera llovido, expelían cierto olor a invierno sureño que me hacía soñar con el mar. Por esos lados también estaba, y aún está Codipra, con sus pollos desplumados. Se ponía una feria libre los domingos, donde se vendían no sólo frutas y verduras; había gallinas, patos y pavos vivos, pájaros coloridos en verdes jaulas, caracoles de viña (una vez vi al tipo que los vendía meterse uno vivo a la boca y comérselo como a una galleta) Enormes callampas como soles oscuros aparecidos después de las lluvias. Su pulpa es más sabrosa que el más tierno filete. Los camarones de vega eran mis favoritos, oscuros y quietos como las zonas de donde los arrebatan. Sé que resulta extraño, pero olían como a leche. Toda la creación del edén chilensis acudía a la cita dominical, y yo paseaba de su mano  embelesado entre tanta maravilla campesina que bendecía con su abundancia mi citadina existencia. Los chinos llenaban los callejones con sus bazares, sus lámparas coloridas, pijamas y buzos para niños. Me gustaba verlos fumar, aburridos y callados en las puertas de sus boliches. Yo nací y me crie en la calle Maipú, si esa misma otrora tan famosa en el “ambiente”. Recuerdo que las “chiquillas” se pasaban las mañanas soleadas a la entrada de los burdeles dorándose las hermosas piernas. Con mis ojos de niño solo veía mujeres sentadas frente a las alegres fachadas. Eran amorosas las chiquillas: A los mocosos nos regalaban dulces, galletas, y tiernos abrazos los primeros de enero. Y estaban también los Turcos. Así los llamaba mi madre, que en realidad era mi abuela, mi abuela que me crió. Todas las viejas y viejos antiguos los llamaban y llaman así, turcos.

Fue un equívoco en el registro de pasaportes de ingreso cuando llegaban los primeros inmigrantes a Chile. Pasa que antes de la Primera Guerra Mundial, el territorio que hoy constituye su nación (en este caso la Cisjordania) formaba parte del Imperio Otomano.

Bazares y tiendas de todos los tipos constituían en esos barrios su principal actividad: paqueterías, electricidad, juguetes, telas. Por ahí por calle Chacabuco, Meiggs y Exposición. Mi madre me llevaba, casi semanalmente, a la tienda de don Manuel Hasbún, en calle San Ignacio, a comprar  las telas para los trajes y vestidos que cosía (era modista) y cultivaron su amistad de almacenero de barrio y clienta por más de cuarenta años. En sus últimos tiempos aún lo veían las viejas parroquianas, sentado en un rincón dirigiendo su tienda beduina. Pasaban a saludarlo, a hablar de la salud, del clima, de la familia: “y como está su hija”, “no me diga que se casó la Chichi”, “Don Manuelito: Que bueno verlo activo todavía”.

Vecinos de sus vecinos, casadas y casados con nuestros hombres y nuestras mujeres. Padrinos en nuestras bodas y bautizos, mi madre era ahijada de don Badí Calaf (confitero de toda la vida) Imaginar a Chile sin ligarlo íntima y entrañablemente con el pueblo Palestino es imposible. Es uno de los pueblos más integrados a nuestra cotidianeidad y cultura. Coléricos, simpáticos, emprendedores, estamos ligados a ellos en un entramado que mezcla fútbol, comercio, economía, política y todos hemos ganado, como siempre ocurre cuando los pueblos  se arrejuntan a la wena, y creo que ya viene siendo hora de que se haga oír más fuerte el reclamo firme y enérgico a favor de todos estos compadres nuestros que viven en Gaza. (Bien por el gobierno de Piñera que los ha reconocido como nación soberna, el agua bendita, así venga del Diablo, sana) Porque ya no se soporta ver a través de los medios que se atreven a denunciar esa realidad, las humillaciones, maltratos y atrocidades a las que se ven sometidos. Y sólo porque viven, porque ocurren, porque hacen sus vidas exactamente en un a tierra reclamada por Israel, que presenta como título legal de dominio a ¡La Biblia! En términos Judíos, La Torá. En ese libro se daría cuenta de la zona geográfica en que originalmente se asentara, por decreto de Yavhé, el primitivo pueblo de Israel. Ese de Saúl, David y Salomón. Según los cristianos protestantes, en el final de los tiempos Israel retornaría por entero y definitivamente a su tierra. Así, las sectas cristianas más ferozmente fanáticas de Estados Unidos, a la que pertenecen muchos Republicanos, apoyarían las políticas opresoras, expansionistas y digámoslo sin ambages, criminales, de Israel sobre el pueblo Palestino. Así se enalteció la figura de Ariel Sharón, por muchos conocido como “El Carnicero”, durante su administración. 

Pero no solo se alegan razones mitológicas para la reclamación de esos territorios. Se arguyen otras en su favor, históricas y geopolíticas que por lo menos se han puesto en duda, incluso por historiadores y especialistas Judíos: Dan lo mismo. Los pinochetistas enarbolan aún muchos argumentos que justifican la matanza y el latrocinio perpetrados durante su régimen en contra de su propio pueblo. Siempre hay motivos para abusar, es más, son necesarios, pues por absurdos que sean, constituyen en última instancia la defensa jurídica cuando viene el ajuste de cuentas con la historia.

Pero la metodología nefanda, cruel  y asesina que Israel ha ocupado y Estados Unidos consentido durante años, hace evidente una intención más horrible que cualquier oprobio: La supresión del pueblo Palestino. Su negación, su omisión en el mapa.

Acabo de ver por enésima vez “La lista de Schindler”. Veo llorar a Liam Neeson, consternado ante su propia incapacidad por defender al ser humano de lo monstruoso, de lo horroroso. Mientras, el violín fabuloso de Isaac Perlman hace plañir las cuerdas hasta lo más íntimo del sentimiento, así como May elabora rapsodias con la guitarra eléctrica y no puedo creerlo. No logro identificar a ese pueblo judío con el que veo actuar en estos tiempos. No puedo entender que ellos, ellos que sufrieron en carne propia una de las persecuciones más horrorosas de la historia; ellos que fueron arreados como cerdos al matadero; ellos que vieron morir a sus viejos, a sus mujeres a sus niños, a sus jóvenes en campos de concentración y cámaras de gas. Ellos a quienes se les negó la tierra y el descanso, hoy, y no puedo aceptarlo casi. Hoy hacen lo mismo, y (esto es lo mejor) con un pueblo semita, con sus hermanos.  Es como si hubieran aprendido la lección demasiado bien, pero al revés.

En estos precisos momentos Israel es una de las naciones que más ha sorprendido a la humanidad: Adelantos tecnológicos inverosímiles para criollos como nosotros. En ello se parecen mucho a Alemania y Japón, que sólo décadas después de sufrir reveses históricos que se creían imposibles de superar, aparecen luego en el concierto de las naciones, no sólo levantados de sus cenizas, si no que liderando la realización de sueños de cuasi ficción.

¿Será que su propio genio como pueblo se les subió a la cabeza? ¿Será que les funciona (y disculpen la vulgaridad) la del piojo resucitado? ¿Campeará entre sus líderes ese vicio tan extendido por la historia de la política de todos tiempos: Exacerbar el nacionalismo, sea del color que fuere, y crear un enemigo externo y mantenerlo a fin de lograr cohesión interna? O la cruda y dura codicia, o todas las anteriores. Lo cierto es que, con lo que Israel ha logrado, no alcanza para dar a sus vecinos y hermanos, al menos, la oportunidad de vivir en paz y dignidad. Es decir, no alcanza para lo que realmente importa el desarrollo económico y tecnológico.
¿Hamás? No me molesta decirlo. Son unos torpes, como los son tan usualmente grupos de esta ralea. Sirven principalmente para dar motivos a los verdugos, pese a lo que se le antoje decir a  Teillier. Si logran el objetivo, el poder, son incapaces luego de llevar un proceso estable sin seguir aplicando los métodos de disuasión que son lo único que manejan bien, y de caer en los mismos vicios contra los que se rebelan. 

¿Y a qué viene todo esto? ¡Nos alejamos demasiado del bar! Mis santos ebrios estarán preguntando por mi ¡ah, sí! Ahora recuerdo, rememoraba a mis queridos Turcos de Estación Central y Matucana, y nos fuimos caminando hasta la mismísima Palestina. Nos faltó la ONU, donde (gracias sean dadas) se han ganado un puesto como Estado Observador. Un paso, algo es algo.

A todo esto, el mismísimo Roger Waters en persona propuso un boicot cultural en contra de Israel, a modo de protesta por sus políticas criminales. ¡Apoyo la moción! Después de todo, ellos, los Palestinos, son nuestros amigos, vecinos, padrinos, almaceneros, y sufren como nosotros los chilenos hemos sufrido también. Eso nos hace más prójimos a ellos que a ciertos compatriotas que declaran por los medios que nos estamos subiendo por el chorro, y que nos haría falta un gobierno de “Izquierda Comunista”, para ponernos en nuestro lugar. ¿Cierto, señor Svan Von Appen? Sí, antes que compatriota suyo, yo soy Palestino, ¡Sí, soy Palestino!

 الصحة
(¡Salud!) 
El barman de Matías


Escrito por: Arturo LedeZma

Lecturas Ciudadanas es un micromedio de cultura, tendencias, crónicas y noticias. Es un micromedio del periódico El Ciudadano y sale al aire desde la ciudad de Santiago de Chile. Suscríbete, síguenos en facebook [facebook.com/lecturasciudadanas] en Twitter @lctrsciudadanas y forma parte de esta comunidad
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1 comentarios

Respetamos el anonimato, pero nos guardamos el derecho de borrar lo que sea ofensivo o lisa y llanamente estúpido. El resto se queda. ;) Gracias por comentar.