Ni la última cena con el reparto original
lograría llenar esta sala
Woody Allen
Una herencia macabra de nuestros papitos gringos ha sido el que siempre queremos el happy ending y eso, sumado a nuestra genética por el día a día feliz y agradecido a pesar de las vulneraciones y el dolor metafísico (heredado probablemente de nuestros ancestros indígenas o de los canutos), da como resultado un biotipo que tiende a no estar conforme nunca a pesar de que algo sea muy bueno o lo intente. Yo fui a la Feria del Libro de Santiago con una renovada esperanza que en tan sólo un par de días terminó por mutar en desilusión y luego en un tedio que no pudo sino tirarme a la cama o llevarme directamente al Wonder Bar para esperar ahí a mis amigos que salían con sed de las actividades vacías y llenas de polillas.
Editoriales independientes y los libros que
nadie quiere leer
Dicen que fue el mismísimo Jorge Herralde el
que dijo que las indepes siguen publicando los libros que nadie quiere leer y
no se equivocó. En la FILSA no había más que un par de stands con libros de
editoriales independientes que lamentablemente optaron por reproducir una
propuesta de precios tan altos como los de Planeta a cambio de ofrecer autores
que apenas y conocemos los más cercanos. Tristemente reunidos en un stand de la
Funa del libro, perdón, Furia del libro, parecían un enorme cajón de saldos en
medio de la pomposidad gitana de esas editoriales vietnamitas, polinésicas o
pseudocubanas que trae algún consulado o puestas lamentablemente detrás de la
rotería plástica de Buscalibre.cl (que antes vendía sólo libros y ahora
vende hasta condones usados). Siempre entre medio brillando sola la Calabaza
del Diablo, decana y certera, como Santiago Wanderers, o Das Kapital que con
unos mansos catálogos apenas se notaban en ese apartado con carpa que entre
llaveros y pizzas no las dejaba lucir como debieron lucir, pero ese es otro
tema.
En algún pasillo perdido la gran Cuarto Propio
haciendo patria y cerquita la charcha editorial Mago con sus libritos de
Dinosaurios y haciendo el gesto político ordinario del candidato independiente
por Buín que puede decir que es de super izquierda nada más porque nadie vota
por él. El resto de los editores en su casa, o conmigo en el Wonder bar
esperando entre cerveza y empanadas fritas de pino a que se terminara el día. Y se rescataba como dato freak que en la
entrada de la feria, como para marcar la disidencia desde el absurdo, estaba
instalado el stand de Balmaceda Arte Joven con muchos libros interesantes y
buenos precios pero que, con ese telón de fondo capitalista y de centro
comercial, parecían una clínica de atención del INJUV, o una extrañísima sede
de informaciones turísticas, aún cuando, como escribió maravillosamente Angélica
Parra en su facebook, fueron los Moda Y pueblo, por lejos, Las Flores del Mall.
Pero claro, qué tiene que hacer en la FILSA una
editorial independiente, o peor aún, una feria de editoriales independientes… eh,
nada. Bueno, ya tendremos más tiempo para que se desilusionen de ese formato o
lisa y llanamente dejen de pensar estupideces de venta directa y televisión y cócteles
con camarón. Ya se enterarán que da lo mismo si estás o no estás en la feria
del libro, no te van a leer más y mejor, gil.
Ecuador, Correa y Los famosos más charchas del
mundo
Llevar a Rivera Letelier es tan obvio e
institucionalmente ordinario como poner a cantar a Los Jaivas en el patio de
los naranjos. Traer a Ecuador como invitado de honor es nada más por una cosa
de sorteo y de descarte. Ecuador tiene tantos escritores importantes como
nosotros en Chile ajedrecistas. Lemebel por alguna parte, Simonetti, algún
escritor sentado esperando solo, como paco de montaña, en el stand de Catalonia
(no sé pa qué ponen a los weones a esperar a que alguien les hable en ese stand
de Catalonia, es como bulling) y en general a un puñado de autores mediopelo o
periodistas de la tele firmando libros o paseando por los pasillos para que las
viejas les pregunten estupideces.
El presidente Correa y los camarones del cóctel.
El presidente Chileno y los camarones del cóctel. El gesto político nulo y los
camarones del cóctel. El vino, las negras que bailaban algo con faldas anchas,
el vino otra vez y los putos camarones del cóctel.
Famosos no hubo, y si los hubo eran charcha. Vi
a Frei, que es como no haber visto a nadie. Y me topé con Lagos. Vi a la Karen
Doggenweiler y pasé cerca de un tipo que bien pudo haber sido Fuguet pero yo
creo que no era Fuguet.
Contra la FILSA
El único gesto político de la feria fue visto
en esas pequeñas escaramuzas (palabra de paco) que se armaban a ratos a las
afueras de la Estación Mapocho. Los Moda y Pueblo leyendo sobre el sampler de
Enrique Lihn poemas que repetían el Si se ha de escribir correctamente poesía
y una que otra actividad que convocó menos gente que una charla de Jaime
Quezada. La actividad de IVA a leer pero no sé qué cosa que puso a unas
20 personas con carteles alegando contra el impuesto al libro y haciendo el
link con la dictadura de Pinochet. Quizá una que otra palabra fuera de la ley
en alguna presentación pero, al final, nada que desencaje la órbita terrestre.
Cero performatividad en la contra y cero vidrio roto en un edificio lleno de
vidrios.
Las cosas buenas, pues claro, también las hubo
De las cosas buenas que recuerdo a vuelo de pájaro
son: La mesa en que se habló sobre Disidencia sexual y literatura, en
que participaron Juan Pablo Sutherland, Pablo Simonetti y Carlos Iturra. Fue una buena mesa de conversación. Teñida con ese mariconeo ABC1 de
la fundación igualdad pero buena. Un par de lanzamientos de libros de narrativa
en los que entré y salí, como también el lanzamiento de la antología .cl -
Textos de frontera que compiló Andrea Jeftánovic con Beatriz García
Huidobro fueron buenas mesas. La lectura de Balmaceda con esa performance de
Chimbarongo al final y todo eso rasca del improovement rockstar pobre de la
avant garde venida a menos igual fue agradable. Uno que otro conversatorio, un
par de lecturas a media tarde, y claro, algo bueno se rescata de los cócteles en
los que me pude meter gracias a mi credencial de prensa y por supuesto el relanzamiento
de Sodoma Mía de Francisco Casas en que lució maravillosamente entre Meo y
Bianchi Leyton. Maravilloso.
Los recitales de música, aún cuando extrañamente
justificados en una actividad literaria, fueron agradables. Manuel García con
su interpretación snob de Silvio Rodriguez sin metralleta de siempre y la maravillosa
cabellera de Pascuala Ilabaca. Cosas así, que en el ultimo rincón de la
escritura sonaban más a burla que a redoble, pero que se hacían harto más
agradables que los pasillos llenos de viejas buscando libros que ya tienen o
que no deberían tener.
Pero sin duda lo mejor que trae la FILSA es eso
de encontrarse con los amigos e iniciar esa conversación obligada y weona
acerca del 19% y sobre Zambra o Bisama que hoy son como el natre del almuerzo
literario (no cacho por qué pero me lo supongo). Me gustó mucho ver a Maorí
Perez con corbata, a Gonzalo León (aunque nunca nos juntamos pa tomar chela), a
Torche, a César Cabello con anteojos de sol y ver a las regias y simpáticas
narradoras chilenas que son, al parecer, el futuro de nuestra escritura. Fue
entretenido ver a uno que otro amigo que compraba libros y se cagaba de calor o
de la risa instándome, insisto, en ir al Wonder bar donde la pasé re bien con
Christian Alarcón que tomó muchas fotos y parece que fue más veces que yo a la
FILSA y le sacó el jugo a la credencial de prensa. Me gustaron los baños, por
sobre todo, estaban siempre limpios y me gustó mucho una niña que repartía los
programas y daba indicaciones de cómo encontrar la sala que siempre era la
equivocada pero daba lo mismo.
Palabras al cierre
La Feria del libro de Santiago es un espacio
muerto en que cabemos todos y donde no importa nadie. Una marquesina para
contarle a la mamá que uno estuvo ahí, un escenario vacío en el que se puede
poner cara de importante nada más porque tu nombre está escrito a computador
sobre la mesa de conferencias. No hay contra posible y no hay guerra que valga.
Estamos en la época de los giles y en medio de ese panorama ir a pagar 2500
pesos por ver puras vedettes guatonas parece ser interesante únicamente porque
hay quienes aún creen que estar en Estación Mapocho es importante y así lo dice
el Mercurio, la Cuarta y la señora del negocio que nos vio crecer. Pero en
realidad, vale callampa.
Yo le perdí el cariño a la FILSA hace años y eso que trabajo en libros. Las multinacionales con sus inmensos espacios libres que no sabes si estás en una multitienda o supermercado y que hacen parecer a los pequeños editores kiosko de diarios. Pienso que no tiene sentido reunirlas de esta manera, es injusto, bueno como todo en este país.
ResponderEliminary si, eso pasa man. COmo que aburre.
EliminarLos pasillos llenos de gente y aún te cobran una brutalidad por entrar, debería ser gratis pero no, en chile jamás algo es gratis. Un argentino una vez me putió en la entrada de la filsa (yo llevaba una credencial y él asumió que yo trabajaba en la feria) y me empapeló a chuchadas porque en la entrada le cobraron. "En argentina es gratis!, cómo es posible que me cobren por querer ver libros!! me gritaba y yo, que excusarme era imposible, no tuve otra opción que recibir estoico las puetadas que, por cierto, me parecían justas y las comparto.
Yo tuve que ir y fue un desastre. Fui casi todos los días, imagínate, ya al asegundo era una tortura.
Ahora hay una feria en el parque, que es un bodrio también, pero al menos es gratis. :)