Raquel Olea:
“Aparentemente, la mujer lesbiana que elige
como compañera de vida a otra mujer, está renunciando a la maternidad”
por Leticia Contreras
Pareciera ser que después de la ascensión al poder de Michelle Bachelet el año 2006, creímos que las demandas de las mujeres chilenas tendrían cabida en el desarrollo de políticas públicas reivindicando de esta manera sus derechos civiles, sin embargo hasta la fecha no se despenaliza el aborto y las tasas de femicidio siguen aumentando día tras día. Por esta razón, resulta de vital importancia continuar reflexionando y manifestándose en torno a las problemáticas no resueltas de las mujeres. Por consiguiente, decidimos ir a hablar con una mujer que ha trabajado activamente en la visibilización de los discursos articulados por mujeres.
En esta entrevista la académica Raquel Olea, realiza un agudo análisis respecto a la presencia de las mujeres en la sociedad. La Doctora en literatura, escritora y crítica literaria conversó sobre importantes temas que gravitan en torno al debate del discurso público ejercido por mujeres. Entre los textos publicados por Olea destacan: Lengua víbora: producciones de lo femenino en la escritura de mujeres chilenas (1998), El género en apuros: discursos públicos: Cuarta conferencia mundial de la mujer, compilado junto a Olga Grau y Francisca Pérez (2000) y Como traje de fiesta (2009).
No los hacemos esperar más y a continuación los dejamos con las interesantes impresiones de Raquel.
Leticia
Contreras: Las mujeres han sido históricamente
sojuzgadas a través de dispositivos de control social, sin embargo, frente a la
cultura patriarcal se han organizado para reivindicar sus derechos en la
sociedad. En relación a lo anterior, ¿Cuál es su análisis sobre los movimientos
feministas actuales chilenos?
Raquel
Olea: Bueno, cuando tú hablas de discurso contrahegemónico me
imagino que no estás poniendo al feminismo en ninguna hegemonía. Al contrario,
es un discurso disidente, pero en algún punto tienen una crítica al feminismo,
al que califican de un cierto escencialismo, porque pasa por la cuestión del
cuerpo. El cuerpo/mujer es la cuestión del feminismo histórico. Es decir, toda
la crítica del feminismo a la sociedad patriarcal pasa por la sumisión, la
alteridad, la supresión y la minoridad del cuerpo femenino. Y estos nuevos
discursos, a lo que tú te refieres, me imagino yo, que son los discursos transgéneros,
la teoría queer, entre otros, que justamente des-escencializan la noción de
identidad y la movilizan. Entonces, el cuerpo de la mujer ya no es
necesariamente el cuerpo del feminismo como aparato crítico, como aparato
teórico o como reivindicación social, porque todos los cuerpos también son
objeto de instrumentalización. Con esto me refiero a todos los cuerpos
minoritarios, entre ellos tenemos: al cuerpo homosexual, al cuerpo transgenero,
además de toda la potencialidad de los cuerpos que pueden transformarse y asumir
otras identidades.
Pero creo, que ahí una
tendría que hacer una distinción en un tipo feminismo, que puede llegar a ser
un feminismo más tradicional desde la perspectiva de los movimientos queer de
la manera en que siguen situados como en una “identidad” femenina y allí, yo me
sitúo en los dos lugares, porque creo que los nuevos movimientos o las nuevas
perspectivas críticas frente al cuerpo, no necesariamente han resuelto los
problemas. Las mujeres siguen siendo violentadas, golpeadas, ganando menos
salario, siendo objetos del deseo masculino, en definitiva siendo un cuerpo
minorizado e instrumentalizado, por toda la ideología capitalista liberal. En
ese sentido, a mí me parece que un feminismo que siga situándose en ese lugar
para defender o para luchar por la “emancipación”, que ya es una palabra
demasiado usada, es completamente legítimo. Ahora, cuando me preguntas por mi
análisis sobre los movimientos feministas actuales chilenos, ahí hay una cuestión
que, a mí, me parece súper jodida, precisamente el otro día estuve con un grupo
de jóvenes y les pregunté: ¿cuáles son sus propuestas, o sea, el feminismo
joven de Chile qué está haciendo hoy día? y la gran discusión que tienen es ¡si
se aceptan hombres o no! El año pasado hubo un gran encuentro feminista y un
gran eje de la discusión era si al encuentro y al feminismo, podían acudir
hombres, o no. Justamente debido a que el cuerpo del feminismo no es solamente
el cuerpo de la mujer, sino también implica al cuerpo ideológico, por lo tanto,
cualquier persona puede ser feminista y yo estoy completamente de acuerdo con
eso. Por otro lado, pienso que toda la discusión en relación al cuerpo, a las
identidades sexuales o a la pluralización de las identidades, me parece súper
legítimas e interesantes, pues enriquecen el pensamiento. En esa dirección, estoy
de acuerdo en que el cuerpo es un espacio, una materialidad que no tiene una
esencia, sino que es un espacio de construcción, en movimiento, de movilidad
nómade en donde las identidades están jugando alternativamente y que las
identidades no se pueden centrar en la biología. Por lo tanto, confió en ese espacio
crítico-teórico que se ha desarrollado y ha enriquecido mucho al debate público
a partir de la distinción sexo-genero como dos realidades distintas. Sin
embargo, las luchas de las mujeres, que el feminismo histórico sigue dando, por
ejemplo en el campo de la violencia contra las mujeres, el mismo femicidio o el
aborto, en un país como Chile son absolutamente legítimas. Porque los problemas
que se enuncian desde ese lugar minoritario siguen siendo problemáticas
absolutamente vigentes.
La tensión entre el
feminismo histórico y las teorías queer, tal vez podría resolverse en saber
dónde está el enemigo común, vale decir, reconocer al varón, dominante, blanco,
adulto, racionalista y capitalista que somete todo aquello que no está en sus
parámetros y que postergue la verticalidad del poder falocéntrico. Éste es un
lugar clave para llevar a cabo transformaciones, pero no las mujeres, porque
continúan siendo sujetos minoritarios y ahí uno podría pensar en los fracasos
del feminismo, en todas sus campañas y la apuesta cuantitativa de instalar a
más mujeres en los espacios de poder, sin embargo no logran transformar la
verticalidad del poder patriarcal, pues los cuerpos-varones, sean cuerpos
hétero u homosexuales, tienen el privilegio de una cultura fálica.
L.C:
Para
el imaginario heterosexual, la homosexualidad altera las lógicas dominantes
establecidas en el plano del deseo y los placeres. Ésta situación alcanza
ribetes de peligrosidad cuando dos mujeres se declaran abiertamente lesbianas.
Me gustaría saber ¿Qué opina sobre las uniones civiles homosexuales, específicamente
entre lesbianas? ¿Cómo observa usted los agenciamientos políticos sobre la
maternidad lésbica?
R.O:
Yo
creo que en las luchas de la homosexualidad, en sus discursos y visibilidad de
la homosexualidad, pero en su visibilidad se reproduce algo que sucede también
en la sociedad heterosexual: que las mujeres son minoritarias. Y cuando digo
“minoritarias” no me refiero a una cantidad, sino que a un sujeto que tiene un
poder menor al interior del grupo, o sea, en el núcleo del grupo sexual siempre
imperará la homosexualidad masculina, pues ellos son los que poseen el
discurso, son el sujeto público visible, mucho más que las lesbianas. Entonces,
ahí hay que preguntarse por qué en esos espacios se reproduce la verticalidad
pese a que la enunciación sea efectuada por un varón homosexual, otorgándole
más poder que una mujer, en ese caso, una mujer lesbiana.
Miremos lo que ocurre en
Chile, ¿quiénes son los dirigentes homosexuales más visibilizados? Son hombre y
ahora, algunas transgeneros. Me parece a mí que el lesbianismo es más castigado
o estigmatizado, porque las mujeres lesbianas están ejerciendo una cultura en
un campo simbólico eminentemente patriarcal donde se las vincula directamente
con una maternidad clausurada. Vale decir, aparentemente, la mujer lesbiana que
elige como compañera de vida a otra mujer, está renunciando a la maternidad.
Sin embargo, esta situación hoy en día está sometida a interrogantes pues hay
muchas mujeres lesbianas que actualmente tienen hijos por inseminación
artificial o deciden tener hijos con un varón e inclusive tuvieron hijos
anteriormente. En esta dirección pienso que uno de los orígenes de la sanción
al lesbianismo radica en la renuncia de la identidad maternal, tan fuerte en la
sociedad patriarcal, produciendo una fisura en la “estuctura de la familia”
convencional. Además, sucede que se conoce mucho menos del lesbianismo, porque
hubo en la cultura o en la historia figuras masculinas muy relevantes que se
han declarado abiertamente homosexuales y en el caso del lesbianismo, es mucho
menor el registro en ese sentido y en consecuencia se ha escrito menos acerca
del deseo femenino, respecto a esta situación los discursos dominantes,
principalmente el psicoanálisis, tienen mucha responsabilidad puesto que
siempre consideran al lesbianismo no como una identidad ni como una legitimidad
del deseo femenino, sino como una alteración a la asignación cultural del deseo
femenino, por ejemplo Freud nunca se preguntó si habría otro deseo legitimo en
las mujeres. Quienes sí se han preguntado por el deseo lésbico han sido algunas
mujeres feministas y también algunas psicoanalistas, las cuales han planteado
que el deseo de una mujer por otra mujer ha sido reprimido por la cultura pese
a que el deseo primitivo de cualquier ser humano, y también de la mujer, es la
madre; por lo tanto se albergaría en la estructura psíquica de las mujeres el
deseo por otra mujer. No obstante, estas reflexiones no han sido legitimadas en
nuestra cultura como una potencialidad que puede o no puede ser vivida, pero que
está ahí. Creo que si dos mujeres se declaran abiertamente lesbianas tienen el
derecho, la libertad y la voluntad que significa vivir esa experiencia, por
consiguiente pueden perfectamente formar una familia, tener hijos si lo desean,
adoptar niños, etc, es decir, pueden vivir lo mismo que vive cualquier ser
humano porque el deseo de tener una pareja, de ser amado y de amar es inherente
a la condición humana que no se la puedes negar, absolutamente a nadie pues es
incuestionable. Los agenciamientos políticos sobre la maternidad lésbica tienen
que ser sostenidos también por el estado, como cualquier otra forma de
maternidad. Respecto a las uniones civiles homosexuales creo que son absolutamente
válidas, incluso pienso que debería haber ley de matrimonio para la gente que
desea casarse o debería abolirse el matrimonio para todos, porque es un
remanente de una estructura de dominación, donde, obviamente las mujeres son
las que están más minorizadas dentro de ese espacio. En ese sentido, todo
agenciamiento político que surge de la
homosexualidad es muy positivo para pensar en otras formas de sociedad,
porque la heteronormatividad y la obligatoriedad de la heterosexualidad es un
componente que mantiene toda la dominación de los sujetos que no son dominantes.
Entonces, cualquiera de esos agenciamientos creo que son muy positivos para
pensar en otros modelos de sociedad y de simbolización de los cuerpos.
L.C:
Por
último, ingresando de lleno al plano de la literatura, en el año 1998 usted
publicó Lengua víbora. Producciones de lo
femenino en la escritura de mujeres chilenas, en aquel libro usted revisa
la construcción de subjetividades disidentes en la producción literaria de
poetas como: Marina Arrate, Carmen Berenguer, Soledad Fariña, Eugenia Brito,
entre otras. Varios años han pasado desde aquel trabajo y en el escenario
poético femenino han surgido nuevas propuestas ¿Cuál es el registro mujeres
poetas que usted conoce? ¿Qué percepción tiene de la poesía chilena escrita por
mujeres?
R.O:
Aquí ustedes me van a pillar un poco, porque no estoy muy al tanto de lo que
son las poetas más jóvenes, conozco a algunas, tengo unos libros ahí para leer,
pero no estoy muy al tanto. No obstante, me parece que lo suscitado en la
década de los 80 y también en los 90, debido a una serie de hechos políticos y
sociales, generaron la irrupción de un gran cuerpo de escritoras que no habían
tenido una presencia, ni una
significación así en la historia de la literatura chilena. Además, se articuló
en esa misma época un cuerpo de crítica y espacios donde las nuevas propuestas
discursivas pudieron ser instalados y legitimados, pero actualmente me parece
que se ha perdido. Las generaciones posteriores, por alguna razón, que en
realidad tendría que pensarla mucho más, no supieron o no pudieron consolidar y
mantener esos espacios con un discurso comprometido, fuerte y que hiciera defender ese lugar ganado. Lamentablemente
se ha perdido y me pregunto ¿por qué?, pienso que parte de la explicación tiene
relación con lo que han sido las políticas culturales chilenas y con la conservadurización
de la sociedad chilena, ya que durante la transición operó una cuestión que fue
bastante grave para la emergencia de discursos críticos o para la legitimación
de discursos que procedieran de divergencias culturales, me refiero a la
práctica instalada y legitimada de los consensos, frente a esto las mujeres
perdieron el lugar ganado en la década de los 80 y de los 90 en el campo de la
literatura. Entonces, claro, hoy día hay muchas propuestas, bastantes mujeres
que siguen escribiendo, pero siempre ha existido mujeres que escriben, te
fijas, pero dónde están los espacios públicos. Vale decir, la poesía misma
vuelve a un lugar minoritario que funciona mucho más a nivel de pequeñas
editoriales, revistas y lecturas que la torna muy interesante, porque por un
lado uno podría decir: la poesía es el único género, el único discurso que
resiste el orden del mercado y la editorialidad masificada que pasa por la
novela o el cuento. Pero también hace
que las nuevas propuestas y los nuevos lenguajes, se sigan quedando mucho más
enclaustrados en el propio circuito. Y esto es un fenómeno que pasa con la
poesía en general y no sólo con la poesía de mujeres, es decir, se lee poco,
que se vende poco y porque se lee poco no se estudia. A pesar de que yo creo
que acá en chile hay muchas tesis sobre poesía. O sea, la poesía si se lee,
pero en un circuito otro que escapa a la masividad de las grandes editoriales.
Es verdad que en los 80 la
la situación político-cultural que vivía Chile provocó la necesidad de nombrar,
desde lo femenino, la historia latinoamericana. Como dice por ahí la Eugenia
Brito, la historia latinoamericana se semiotiza en lo femenino, entonces las
mujeres en su poesía configuran la realidad latinoamericana como un cuerpo
colonizado, es así como se nombra la historia de la colonización, de la
conquista, del dominio patriarcal, del lugar del padre y también se renombran ciertas escenas. De esta manera, es
muy importante en la poesía de los ochenta el cuestionamiento del lenguaje,
justamente porque el lenguaje es colonizado, entonces ejercen ahí ciertas
trastocaciones de los órdenes de la lengua para imaginar otra simbolización,
estos elementos podemos observarlos en la poesía de Soledad Fariña o Marina
Arrate.
Creo que las mujeres se
equivocaron profundamente, pues volvieron a querer ser reconocidas por los
hombres y los hombres las reconocen, pero siempre las van a legitimar desde un
lugar inferior, porque eso sucede en la crítica, en la narrativa y en cualquier
campo discursivo. Pienso que la única manera de superar eso es armando espacios
de diálogo y discusión, es decir, deben ser leídas y criticadas porque la
literatura es una institución. Y mejor considerarla una institución que
solamente un mercado ¿te fijas?
Nosotras hicimos un
encuentro latinoamericano y desarrollamos muchas estrategias para instalar esto
a nivel público. Primero que todo realizamos un seminario, donde estuvimos leyendo
las producciones de las mujeres, habían mujeres críticas y mujeres poetas y
cada crítica hablaba sobre una poeta o narradora, de esta forma se produjeron
textos, después esos textos fueron publicados en un número dedicado a la
escritura de mujeres en la revista que dirigía Omar Lara, actualmente hay
revistas para hacer eso. En ese momento se fundó el diario “La Época” y
regularmente, en todos los suplementos del diario salía un texto dedicado a la
escritura de mujeres. En “La Época” hay muchos artículos míos en los que hablé
de todas estas poetas que mencionaste. Eso fue una estrategia, una cuestión
pensada entre la creación y la crítica para instalar esos discursos, entonces a
mí lo que me duele mucho, es que todo ese trabajo de política cultural y
agenciamientos políticos para instalar una producción literaria de mujeres en
un campo cultural machista, no se haya mantenido y me preguntó ¿por qué las
mujeres no siguieron haciendo eso? Ese trabajo tuvo sus costos, por ejemplo yo quedé
estigmatizada, si es que se puede llamar “estigma” por ser crítica literaria
feminista. Yo he escrito de muchas otras cosas, pero si le preguntas sobre mí a
mucha gente, me va a reducir a un: “ah, esa feminista”, pero ese es el costo
que uno paga.
Lamentablemente hoy los
discursos académicos quedan en el circuito académico, Chile se institucionalizó
demasiado, se conservadurizó, entonces todo pasa por los espacios institucionales,
por la academia. Pienso que en ese tiempo, del que yo te hablo, una de las
cosas importantes era la novedad. Se estaba abriendo ese espacio y existían
muchas interrogantes, entonces eso también despertaba curiosidad y la
curiosidad también se traducía en posición. A favor o en contra, pero era una
cosa instalada en el debate, pero en este momento, ¿cuáles son las propuestas
que podrían calificarse de novedosas? ¿Qué están diciendo las mujeres que no se
haya dicho, cuáles son sus recursos literarios, cuáles son sus propuestas estéticas?
Yo creo que frente a todo
esto hay que hacer un trabajo y hay que establecer estrategias.
fotos: Angela Barraza Risso
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