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(Mapa del femicidio en Chile en el año 2013)

por Ainhoa Vásquez Mejías

Sí, el nuevo video de Los Tres es misógino y hace una fiesta de un drama nacional. No es ser tontos graves o no entender que la ficción, sea música, cine, literatura o arte no necesariamente representa la vida real. El problema está en que esta canción, además de ser mala, sí lo hace. Refleja de manera banal y burda crímenes frecuentes ¿Gracioso? Tal vez mi poco sentido del humor me impida reírme de estas cosas sabiendo que en este año 2013 – que hace tan poquitos días dejamos atrás – 60 mujeres murieron producto de femicidio y otras 30 más casi corren con el mismo destino.
Viéndole el lado positivo, sin embargo, podemos darle el crédito por poner en la palestra la polémica de cuán dañina puede ser la ficción cuando hablamos de un problema tan grave. Así, desligándonos un poco de la especificidad de la canción, podemos extender el asunto también a las cifras otorgadas por el Servicio Nacional de la Mujer respecto a los femicidios ocurridos en el año. ¿No son estas, de alguna forma, otra ficcionalización, igual de dañina que la popularización del tema a través de un reconocido grupo musical?
En la página del Sernam se contabilizaron 40 femicidios este año 2013. Especifiquemos: 40 hombres que mataron a sus parejas o ex parejas (novias o esposas) por razones sexistas: sintieron celos, no soportaron la idea de ser abandonados o “se les pasó la mano” a la hora de “educar” mediante golpes. Muchos de ellos se suicidaron después de cometer el crimen. Arrepentidos o por evitar la cárcel, eso nunca lo sabremos. El hecho es que muchos de ellos nunca pagarán por lo que hicieron. Afortunadamente, otros tantos sí lo harán, con penas de al menos 15 años.
Más de la mitad de estas mujeres asesinadas habían denunciado a sus victimarios previamente por maltratos físicos o sicológicos. Varios de estos sujetos tenían orden de restricción que les prohibía acercarse a ellas. De nada sirvió cuando las golpearon, apuñalaron, balearon o quemaron. No había nadie, en ese momento, que estuviera ahí para protegerlas o salvarles la vida. En muchas ocasiones, los hijos pequeños fueron testigos silentes e indefensos que entraron en estado de shock luego de observar, sin quererlo, el nivel de violencia que se ejerció contra sus progenitoras.
40 casos de femicidios de carácter íntimo, femicidios de pareja, en la cuenta del Sernam. 20 femicidios más, no obstante, sin catalogar, olvidados en los registros de muertes de personas en Chile, desligados del contexto de sexismo y misoginia en que ocurrieron. Femicidios sexuales, por conexión o de mujeres hacia mujeres que no se contabilizan como tales, ni entran en la conciencia colectiva como actos de agresión al género femenino.
Y es que en Chile, en nuestra legislación y en nuestro acervo cultural, sólo existe un tipo de femicidio o violencia contra la mujer: cuando el responsable es hombre y es – o ha sido – la pareja de la víctima. Todas las otras violencias de género parecen no existir o importar menos. Claro, esa persona que parecía que debía proteger, cuidar y amar, termina siendo el verdugo y la condena. Pero los desconocidos – o conocidos no amantes – que asesinan mujeres no lo son menos. El femicidio es un problema mucho más amplio que un hombre matando por celos a la que considera su mujer, su propiedad.
Los femicidios sexuales, es decir, aquellos crímenes que involucran un ataque sexual previo, este año llegaron a límites insospechados de violencia. Edison Araya, en febrero, cortó el pequeño cuerpo de Micaela Muñoz, de tan sólo 16 años, en 150 trozos. Ese mismo mes, Moisés Huenchuleo asesinó de un machetazo en el cuello a la hermana de su ex novia, luego de abusar de ella. En abril, Mónica Soldado y Gabriela Guerrero fueron violadas antes de ser estranguladas y golpeadas respectivamente. El cuerpo de Vanessa Gálvez, en mayo, fue descubierto completamente calcinado y con graves heridas corto-punzantes, atacada por un hombre que hasta el momento sigue siendo anónimo. Katherine Rosales, en junio, se reunió con un amigo a fumar pasta base sin saber que no sería la droga la causante de su muerte sino su propio sostén; elemento que utilizó el agresor para ahorcarla después de violarla y golpearla con un ladrillo. Pablo Pérez, en agosto, asesinó a su esposa e, inmediatamente, se dirigió al dormitorio de su hijastra para violarla, asesinarla y violarla otra vez. En septiembre, Javier Salfate llevó a Marisol Baltazar a un sitio eriazo donde la golpeó, la violó y la asfixió con el cordón de sus zapatillas. También Sergio Alcapán, atacó ese mismo mes a una niña de tan sólo 4 años, violándola antes de estrangularla. Marta Peña fue asesinada en octubre por hombres que aún no son reconocidos. Ella fue violada y mutilada en cuatro partes antes de ser calcinada en un paso nivel en el centro de Santiago. En noviembre, una mujer de la que se desconoce su identidad fue encontrada desnuda, violada y asesinada en una casa en Conchalí.
Algunos de los agresores eran conocidos por ellas, quizás incluso amigos. En otros casos es probable que el primer acercamiento con sus victimarios haya sido en el momento de la violación y muerte. Femicidios sexuales, cuyo móvil no es la agresión física sino la excitación posterior al asesinato. El ensañamiento contra los cuerpos de estas mujeres demuestra no sólo un odio hacia el género femenino, sino también una necesidad de control y poder. No buscan una relación sexual consentida sino la violencia. Desean tener aquello que creen les pertenece. Violan y asesinan porque pueden hacerlo. Disfrutan de la indefensión de sus víctimas.
Once crímenes de este tipo en el año, perpetrados con la intención de destrucción extrema de los cuerpos y que, sin embargo, no son contabilizados como femicidios en los registros, sino como homicidios con violación. Aquí, me parece importante aclarar, que no se trata sólo de los años que deberán pasar estos asesinos en la cárcel – en muchos casos las penas son tanto o más altas que los mismos femicidios – sino de que en la conciencia de la población queden registrados no como homicidios sino como actos sexistas y misóginos con resultado de muerte. Como los femicidios que también son.
En menor escala, pero igualmente significativos, fueron este año los femicidios por conexión. Estos fueron definidos en el año 2004 por Soledad Rojas en el estudio titulado Femicidio en Chile, a cargo de la Corporación La Morada como: “las mujeres que fueron asesinadas en ‘la línea de fuego’ de un hombre tratando de matar a una mujer. Es el caso de mujeres y/o niñas u otras que trataron de intervenir o que simplemente fueron atrapadas en la acción del femicida” (23). Fue el caso de Irma Pacheco de 68 años, asesinada en manos de Cristián Céspedes, al creer que su esposa – e hija de la víctima – lo engañaba. Él mismo señaló que cometió el crimen como una forma de venganza hacia su pareja. Raquel Suazo, madre de María José, también fue asesinada por su yerno mediante un disparo, mientras intentaba evitar que Alexis Rojas asfixiara a su hija. En julio, Guillermo Raín apuñaló en el cuello a sus tres hijas, asesinando a dos de ellas, como forma de venganza hacia su esposa. La mujer y madre de las niñas ya había presentado denuncias por violencia intrafamiliar. Anteriormente, el hombre había intentado quemar la casa con ella y sus hijas adentro. En diciembre, un hombre de nacionalidad haitiana mató a su cuñada Jeanty Julise, cuando ésta intentó salvar a su hermana. Padres, hermanos e hijos también resultaron heridos o asesinados intentando ayudar a mujeres víctimas de femicidio. Ellos también debieran ser incluidos y reconocidos en nuestros registros.
Y así como hombres también pueden ser víctimas de una acción femicida, las mujeres también asesinan mujeres. Este tipo de crímenes, que mayormente reconocemos en otras partes del mundo, son los de aquellas mujeres que funcionan como agentes o cómplices del patriarcado. En las religiones musulmanes, por ejemplo, muchas madres practican la ablación a sus hijas, tradición que termina en muerte. O en India, las suegras instan a sus nueras a quemarse junto a sus maridos muertos en las piras funerarias. No obstante, existen mujeres que asesinan por razones personales, motivos que de una u otra manera, se vuelven tributarios del modelo masculino. En abril, Eliana Catrilaf asesinó a su hija Nataly Leyton al creer que esta ejercía la prostitución. La joven de 25 años acababa de recibir su título profesional, sin embargo, la madre no le creyó. Ucabari Barrientos y Nicole Rojas cometieron femicidio contra las nuevas parejas de sus ex novios como una forma de venganza. Sin siquiera intentar cometer el crimen contra los hombres, se ensañaron contra su propio género, culpándolas a ellas de ser las responsables del abandono. No siempre los hombres son las víctimas. Muchas veces es el mismo género femenino quien reproduce los cánones machistas de nuestra sociedad.
Femicidios íntimos, sexuales, por conexión o de mujer a mujer debieran ser considerados en las cuentas anuales de asesinatos misóginos. Sin embargo, también debiéramos detenernos un segundo a calcular cuántos más pudieron ocurrir si no hubiera sido por la intervención de héroes anónimos: vecinos, transeúntes, familiares e, incluso, algunas veces, carabineros. Dentro de mi propio registro – que día a día tomo de los principales diarios y noticieros del país – contabilicé 30, casi todos ellos de parejas y con un nivel de violencia inaudita. Sin duda, el más impactante dentro de esta lista fue el cometido por Juan Ruiz en Punta Arenas, quien mató al supuesto amante de su ex esposa, hirió al amigo que creyó encubría tal relación y, posteriormente, le arrancó los ojos a ella. Una historia que culminó con la acción de carabineros, al momento en que lo abatieron mientras intentaba escapar. También Juan Pablo Navarro en noviembre del 2013 atacó a una mujer embarazada, golpeándola con un “diablito” en la cabeza. Como ellos no eran pareja, Navarro no podrá ser juzgado por el delito de femicidio frustrado. Hijos violando e intentando asesinar a sus madres y padrastros o padres violando y buscando asesinar a sus hijas no fueron hechos aislados. Crímenes que tampoco serán penados como femicidios frustrados por la inexistencia de una relación sentimental previa.
Un registro siempre es, de alguna manera, también una ficción. Una ficción de que hacemos bien las cosas, de que contamos claramente cuántas mujeres fueron asesinadas y cuántas de ellas podríamos haber salvado. En esta ficción – o aproximación a una verdad a medias – dejamos de lado muchos casos que representan enigmas y que quizás nunca lleguemos a saber si engrosarían nuestra lista de femicidios en el año 2013. Mujeres cuyos cuerpos fueron encontrados en ríos o en el mar, mujeres que cayeron desde altos pisos en barrios residenciales y que igual pueden haber sido accidentes, suicidios o femicidios. Otras encontradas en calles o casas abandonadas con signos de haber sido golpeadas, apuñaladas o baleadas, cuyos asesinos se encuentran prófugos y siguen siendo desconocidos para nosotros los lectores de periódicos. O suicidios femicidas: mujeres que se ahorcaron o dispararon luego de sufrir años de violencia por parte de sus parejas y haberlos denunciado sin resultados. De ellas permanecerá la incógnita.
La canción de “Los Tres” es una ficción, una mala ficción con un mal resultado, al contrario de lo que ocurrió en ocasiones anteriores con telenovelas como Alguien te mira u otras canciones como Yo la quería de Los electrodomésticos o Bailando con tu sombra de Víctor Heredia. Una pésima ficción que banaliza y ridiculiza un grave problema. Pero así también lo son las cifras dadas por el Sernam. Cuentas que presentan la realidad de una forma parcial, un registro que deja fuera la mitad de las violencias ejercidas contra las mujeres, maquillaje de crímenes que van mucho más allá de los cometidos por hombres hacia sus parejas. Es cierto que todo recuento puede ser inexacto y por ello una ficción, puede uno pecar de inocencia o desconocimiento, pero otra cosa es festinar la disminución de los femicidios cuando la mitad se quedan fuera o hacer una burla con mujeres asesinadas que bailan al son de una mala música.


Escrito por: Anónimo

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3 comentarios

  1. Un punto de vista interesante, digno de análisis.
    Se ha estado ridiculizando y llevando a discusones banales, sin tocar el fondo.
    Me parece que definir el femicidio como un asesinato por parte del hombre hacia su pareja o ex - pareja, es tremendamente machista.
    Buen trabajo lecturas ciudadanas.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Buen análisis. No cabe duda que la realidad es mucho mas de lo que se muestra en la televisión y en los respectivos organismos encargados de difundirla.

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