Hablaremos en Babel
Entrevista con José Kozer
por Luis Méndez Salinas
Desde Guatemala nuestro compinche y colaborador de Lecturas Ciudadanas nos envía una bella entrevista que le hizo a José Kozer a razón de la poesía, la vida y como celebración de la publicación del libro Autorretrato en tránsito que se publica por la fascinante editorial Catafixia
El lenguaje, como
vehículo privilegiado de lo humano, convoca, reúne. Hace posible la
comunicación y, ante todo, la comunión. ¿Cómo entendés tu relación con el
lenguaje y, particularmente, con las posibilidades de crear a partir de él?
El lenguaje, se dice, nos separa del resto de
la creación, nos convierte a los seres humanos en las estrellas del Universo.
Así se dice desde Aristóteles, y se dice mal, ya que el lenguaje pertenece a
todos los seres de la creación, de modo que hay un lenguaje de los animales,
otro de las plantas, otro astral, otro que procede del silencio de Dios, otro
de los seres inanimados. La función del poeta es no creer que su lenguaje es
privilegiado, sino un lenguaje más entre los diversos lenguajes de la Creación,
y desde esa multiplicidad, acoger todos los lenguajes, incrustando en el suyo,
pongamos, el de las flores y el de los peces más submarinos.
Frecuentemente se
habla de la enorme importancia de lo acústico, de lo sonoro, como
característica esencial de la literatura cubana. Y, sobre todo, de la potencia
que adquieren necesariamente los sonidos en la poesía. ¿Creés que es posible, a
partir del sonido, acceder a la dimensión mágica, creadora de las palabras?
El sonido, esa música callada, o música
monocorde de la cultura oriental (Buda consideró que la música monocorde era la
adecuada para la meditación), o música a veces altisonante como en el discurso
político que es retórico, esa música a veces parlanchina y otras sublime, sin
duda es fuente de armonía, de belleza, de asunción espiritual y por ende, desde
mi perspectiva, de poesía. Y decir poesía es, como bien plantea la pregunta,
acceder a la dimensión mágica de la que las palabras del diccionario brotan transformándose
por la vía del poema en extrañeza y creación.
En tus poemas son
múltiples las referencias a los rituales cotidianos, a los espacios domésticos.
¿En qué medida la escritura se ha constituido en un ritual, doméstico y
necesario, para José Kozer?
Necesario no, porque puedo vivir sin la poesía,
no así sin comer y excretar. Sin embargo, ya que la escritura, y su
concomitante (la lectura) me convocan con frecuencia, y desde hace más de una
década a diario, puedo alegar que para mí la escritura es ritual, tal y como la
práctica de la meditación Zen es ritual, y es actividad que se realiza no en la
calle, no en un medio de transporte, pongo por caso (escribo a veces en los
aviones), sino en el ámbito de una sala, de un baño, de un domitorio dentro de
casa, la casa que comparto todo el tiempo desde hace cuarenta años con
Guadalupe.
Durante décadas has
ido construyendo con minuciosidad y precisión una obra extensa y de magnitud
insospechada. Pese a la rotunda unidad de esa obra, nunca has desplazado la
noción del poema como partícula insustituible para la articulación de tu
proyecto poético. ¿Cómo ha sido el proceso de construcción de esa obra?
Natural. Algo que se hace y no que hago. Algo
que no entiendo muy bien y que a la vez intuyo a ciencia cierta. Obra (obrar en
México significa entre otras cosas defecar) es palabra que no me gusta,
prefiero pensar en una actividad casi artesanal, de alfarero, que trabaja día a
día para ganarse el pan, pan de vida y pan de inmortalidad tal vez: o sea, que
más que obra, que en efecto vendría a ser una arquitectura, una construcción,
opero en función de poemas, ringla y mancuerna de poemas que van acumulándose
(y olvidándose) y que de alguna manera, más allá de la propia biografía o
autobiografía, van conformando un libro, mi libro, el único libro que me
interesa sea, luego de mi defunción, publicado.
A los 20 años saliste
de Cuba y has vivido más de la mitad de tu vida fuera de ella. Sin embargo, a
partir de la memoria, de los recuerdos que de tanto en tanto aparecen dentro de
tus poemas, Cuba es una presencia (una atmósfera) insoslayable. ¿Hasta qué
punto acceder a la memoria es emprender un regreso a la isla?
Escribir poemas es para mí un modo de resistir
cordial y nutritivamente el inglés que me asedia desde hace 53 años, y es,
entre otras muchas cosas, un modo de permanecer en mi país, tal y como si nunca
me hubiera ido (nunca me fui). Así, estar inmerso en esa atmósfera cubana, la
de mi época y su recuerdo, y la de mi invención, que es otra forma de recuerdo (toda
invención recuerda) es un subterfugio que me sirve para suscitar poemas, que en
última y tal vez primera instancias, es lo que me imanta e interesa. Escribo
Cuba para escribir poemas; escribo Zen para escribir poemas; escribo judaísmo
para escribir poemas. Todo lo que hago, consciente e inconscientemente, deriva,
quiere derivar en el acto, el quehacer poético, el quehacer que cristaliza
haciendo, desde una extraña consistencia, poemas.
La migración, el
desplazamiento, la diáspora parecen ser constantes dentro de tu experiencia
vital, incluso antes de tu nacimiento. ¿Ese desarraigo, por llamarlo de algún
modo, impacta en forma alguna en tu escritura?
Por supuesto, pero no de modo privilegiado. Soy
un exiliado desde 1960, pero jamás he usado el exilio que me ha tocado vivir, y
que no ha sido fácil de sobrellevar, como arma de conquista de espacios
convenientes para mi persona y su poesía. Al contrario, siempre he
conceptualizado la idea de exilio como algo menor en mi vida, una coyuntura, un
hecho más que me ocurrió y que no tiene la trascendencia que otros le quieren
dar a esa condición. De hecho, y he aquí la diferencia, para muchos el exilio
es condición, para mí es lisa y llanamente situación. Tiendo a desmitificar esa
idea, a no darle mayor relevancia, la encuentro muchas veces oportunista y
demasiado trágica para mi gusto, un gusto donde tragedia y comedia, lo
jocoserio, se entrecruzan y se hacen para deshacerse constantemente.
Las fronteras, esas
heridas imaginarias que surcan por doquier el continente americano, han llegado
a fragmentar en muy diversas formas nuestras mentes y nuestros lenguajes. Con
tu obra has emprendido un proyecto unificador del castellano que se habla en
América, mediante el registro y vinculación de vocablos y formas de enunciación
de múltiples latitudes. ¿A qué responde esa necesidad?
A mi condición de judío asimilado, de cubano
diaspórico, de ciudadano de Nueva York, de animal mimético, de amante intuitivo
de Babel con todos sus lenguajes, y de ese mejunje y arroz con mango que no
pone barreras al campo lingüístico. A mi condición de persona ubicada en el
siglo XXI, de persona que viene de las hecatombes y desplazamientos del siglo
XX, y que en cuanto tal se ve abocada a participar de la pluralidad de tonos,
vocabularios, giros y expresiones, de las diversas culturas latinoamericanas y
universales que llegan a las diversas ciudades del mundo. Hoy la ciudad es
fuente brotante de lenguaje, y si tienes el oído fino y abierto a los diversos
tonos y hablas que te ofrece la ciudad moderna, tu poesía se llena de esa
diversidad. Para mí todo este desgarramiento ha sido un beneficio, y creo que
pese a lo doloroso de nuestra modernidad, nos encaminamos a un mundo mejor, no
una utopía pero sí un mundo mejor, donde hablaremos en Babel.
Luis Cardoza y Aragón
escribió alguna vez que la “realidad (es una) metáfora del lenguaje”. Si
aceptamos la validez de esa premisa, ¿cómo percibirías la realidad
latinoamericana de hoy día?
La realidad latinoamericana se encuentra en un
interesante estado de flujo, creo va alejándose de los totalitarismos y las
divisiones brutales de clase para entrar en un espacio de mayor cordialidad y
comprensión entre los seres humanos, y las culturas diversas y amplias que
configuran nuestro continente. Si no caemos en las garras de un capitalismo
puro y duro, avaricioso, vicioso, ni en las garras de una ideología de
izquierdas que maneja la utopía para crear tiranías y sostenerse desde un poder
férreo y avasallador, y encontramos un punto intermedio, equilibrado entre capitalismo
y socialismo, seremos un consorcio de países más feliz. Y en esa posible,
factible, felicidad, el lenguaje será a su vez un equilibrio de fuerzas entre
creación y tradición, entre hablas de nuestras diversas culturas y un idioma
esperanto, internacional y asequible a todos para una mejor comunicación e
intercambio de matices, ideas, necesidades, ajenas a la compartimentalización.
¿Y la realidad de la poesía
latinoamericana?
En literatura
actual, si algo creo que está vivo desde la autenticidad en América Latina,
Brasil incluido, es la poesía: una poesía en manos de jóvenes que no tienen
pelos en la lengua, que no se dejan ya engañar por las ideologías, los
políticos, y las sandeces y torpezas del capital extremo o el extremo
izquierdosismo, y en su lugar escriben desde la individual experimentación, y
desde una espléndida libertad interior, que con precisión y equilibrio, desde
el lenguaje y las hablas diversas de este maltratado continente, son capaces de
crear poemas de altura y bajura, o sea poemas que rozan el cielo y no temen al
subsuelo, y volcar en esa poesía la propia verdad, ambigua, dialéctica, abierta
a posibilidades incesantes.
En una entrevista ya
lejana (en blanco y negro aún), Severo Sarduy afirma que “siempre uno es ‘el
otro’ de su escritura”. ¿Qué tanto de esto es cierto en tus Autorretratos? ¿En
qué medida tus poemas trasladan una o múltiples imágenes de José Kozer?
Un Autorretrato mío es un fingimiento, un
divertimento. Ahí no estoy, pero tampoco estoy aquí, en el sentido de que no sé
quién soy ni dónde estoy. Eso me gusta, me da libertad, me ciñe al espacio que
más amo, el de la escritura sin mayores propósitos, la que nada espera, la que
nada sostiene y se sostiene casi sin querer. No tengo voluntad de poeta ni de
escritura, de escritor, tengo poemas que hago y se hacen con relativa rapidez y
naturalidad, para mi olvido: si quedan en el llamado acervo de la poesía, a mí
qué, si andaré por estratosferas de la Nada, y ahí de nada me enteraré.
El libro Autorretrato en tránsito (Catafixia Editorial, 2013) del cubano José
Kozer, Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2013, se presentará el
miércoles 6 de noviembre, a las 19 horas, en la Biblioteca del Centro Cultural
de España en Guatemala (Edificio Lux).
a la editorial Catafixia la encuentras en http://www.catafixia.org/
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