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El escritor Claudio Maldonado habla de su próxima novela

“Piel de Gallina” o el delirio de la educación en Chile

Por: Oscar Alejandro Mancilla



Con el primer borrador de “Piel de Gallina”, viajo a Talca, ciudad donde Claudio Maldonado (36), autor de ésta, su segunda entrega literaria, me espera paciente pese al retraso del bus. 

Nos encontramos en un café, a unas cuadras de la U. Autónoma, donde da clases de Narrativa contemporánea y Narrativa chilena tradicional. Antes de empezar la entrevista, me cuenta que el libro saldrá de imprenta a principios de Agosto. La editorial Inubicalistas, editó el material y con quienes además, prepara la próxima artillería de lanzamientos en las ciudades de Valparaíso, Santiago, Temuco, Chillán y la mismísima Talca.


Claudio Maldonado nació en Curicó (1977). Sus estudios de Pedagogía y posterior Magíster en el mismo ámbito, los realizó en Temuco, ciudad donde vivió por más de una década. 

“Santo Sudaca”, ópera prima editada por Editorial Fuga, lo consagró en la mal difundida escena narrativa del sur de Chile, mostrándolo como un escritor a ratos arriesgado, juguetón, sobrecargado e irónico de la figura del chileno medio: Donde “los juegos metafóricos no son ya (…) puro recurso expresivo, sino que constituyen la materia misma del relato”; escribió Waldo Rojas sobre él, allá por el 2008, en París. 


"Piel de Gallina" trama en gran medida del hastío profesional, de un profesor municipal que vive el estrés del medio y quiere escapar cómo sea.  

Lizardo –el protagonista– es un profesor hastiado, lo único que quieres es jubilar, pero jubilar no sólo de su labor profesional (le quedan varios años) también quiere jubilarse de la vida, de ser padre, de socializar, de ser un ente espiritual, de recordar sus tiempos de juventud; de todo. En definitiva quiere ser un muerto en vida. 

El gatillo para la ficción se aprieta en la novela cuando Lizardo, en un accidente, cae por las escaleras de su colegio y se golpea en la cabeza, cayendo en un coma profundo que lo lleva a un delirio donde, para salir de ese estado vegetal, debe hacer un reemplazo en un colegio de pollos de selección Premium y la meta es graduar a los alumnos (los pollos) con la mejor excelencia avícola. Si Lizardo lo consigue, vuelve a la vida sino, muere. 


Lizardo: espasmo y fomedad

Pese a los delirios existenciales y fantasmas que asfixian al personaje, el tono de la novela no deja de entremezclarse con el humor, resultando en suma un texto muy gracioso

El primer absurdo de la novela, es que un tipo poco imaginativo como el profesor Lizardo, pueda delirar de una forma tan creativa. Podríamos decir que la necesidad lo hace imaginar a pollos cuyas clases (perfectamente planificadas por Lizardo) son totalmente inútiles porque los pollos son sólo pollos, sin ninguna característica especial, sólo cagan, comen y aletean mientras Lizardo les despacha unas dinámicas “constructivistas”, dignas del mejor teórico educacional. Y ve así transformarse al director de la escuela en una rata, ve una montaña de guano que es un síquico telépata–astral y vive un turbio romance con la manipuladora de alimentos del colegio. Pero jamás se maravilla ante lo observado, pues nada lo saca de su estado de inapetencia vital, entre espasmo y fomedad. 


El humor de la novela es kafkiano –espanto y templanza– que me hace recordar la frase del escritor: "Al llegar a la mediana edad, todo el mundo se merece la cara que tiene". ¿Cuál es el rostro que imaginaste de Lizardo? 

En uno de los textos que están fuera del “Delirio de Lizardo” hay un capítulo que se llama “del 76”. En esa historia, un compañero de Instituto, recuerda al joven Lizardo como el Moai Lizardo, como una cara sin expresión, sin opinión, una cara y a la vez un cuerpo que sólo servía para sacarse buenas notas y ser el locutor de los actos que se realizaban en el instituto. A partir de esto, me imaginé como sería la cara de Lizardo, una cara de piedra que con el correr de los años luchó por evadir todo conflicto humano que se interpusiera en su objetivo de fondo: “jubilarse de todo”. 


“Lizardo es una parte detestada de mi alma” 

Después de sorber su café, Claudio me cuenta que tomó dos años y medio en estructurar la novela: Investigó los distintos procesos del sistema de crianza y matanza de pollos, la anatomía avícola; retomó teorías educativas actuales y estériles, que más o menos recordaba en su experiencia como pedagogo en comunas rurales y en Colegios de Adultos.

Agrega que “sin duda el Ferdydurke, de Witold Gombrowicz y Elegía de Philip Roth, fueron las novelas que me dieron el impulso para darle el carácter a Piel de Gallina”. 

“La editorial Inubicalistas se interesó por mi novela –continúa– y a partir de eso realizaron un magnífico proceso de edición donde incorporaron al ilustrador Christian Olivos, “Chanchán Olibos”, que sin duda supo interpretar de manera genial las escenas más atractivas del libro”. De improviso levanta una de sus manos y pide otro espresso doble. “Ah, –me dice abriendo sus ojos nerviosos– no olvides mencionar que el poeta Ernesto González, me regaló el título de la novela. No lo olvides”. 

Tú carrera literaria nació en el sur, donde la poesía es leitmotiv de escritores noveles y prácticamente la narrativa es tierra de nadie. ¿Cómo vez ese escenario?

Lo veo en las novelas y libros de cuentos de Guido Eytel, que sin duda es uno de los referentes de la narrativa de allá, en las dos novelas de relatos imbricados de Luis Marín y en el libro de cuentos de Christian Rodríguez. Eso es lo que he visto publicado, pero sin duda que hace ya un par de años la narrativa cada vez se está ganando un espacio mayor en la zona. 

Volviendo a “Piel de Gallina”, ¿cuáles son las aprensiones y reparos que le haces al sistema educacional chileno?, claro, desde el sarcasmo mismo de la novela. 

Que es absurdo, que los programas de estudios son inútiles y que sólo llevan al vacío. No presentan una visión religiosa, ni industrial, ni cultural, ni sexual, ni de formación humana… Mira, todo es una mezcla de supuestos, de relativos que se miden a través de pruebas estandarizadas que sólo sirven a los payasos que administran el país. 

De reojo, el garzón del Café Milodón, no queda indiferente a estas últimas palabras del escritor. Recoge la propina con una mueca y se va. Claudio se para y toma su chaqueta. Debe volver a clases en la universidad y se despide con prisa. Regresa y me dice medio en serio o en broma: “Lizardo es una parte detestada de mi alma que siempre miro, para no caer en su reflejo”. 


Escrito por: Lecturas Ciudadanas

Lecturas Ciudadanas es un micromedio de cultura, tendencias, crónicas y noticias. Es un micromedio del periódico El Ciudadano y sale al aire desde la ciudad de Santiago de Chile. Suscríbete, síguenos en facebook [facebook.com/lecturasciudadanas] en Twitter @lctrsciudadanas y forma parte de esta comunidad
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2 comentarios

Respetamos el anonimato, pero nos guardamos el derecho de borrar lo que sea ofensivo o lisa y llanamente estúpido. El resto se queda. ;) Gracias por comentar.