Estaba una tarde en mi barra
coqueteando con un Bourbon, lo imaginaba contenido en una copa de pie bajo,
boca ancha y fondo cónico, acariciado por una dosis de vermouth y coronado por
un dulce marrasquino, rojo como una puesta de sol tras los rascacielos de
Manhattan, mmmmhhhhh…. Quisiera estar alguna vez del otro lado de una barra,
mirando pasar la multitud atareada tras los cristales de un ventanal, atendido
por un cantinero, al que me entregaría como paciente a su médico. En eso
estaba, divagando, ensoñando ciudades y situaciones cuando advertí la
presencia de una pareja que no había
visto nunca. Era algo temprano como para un aperitivo, aunque para ser sinceros
para mí siempre es buena hora para uno.
Sin embargo me pidieron unos Tequilas Margaritas. Como eran casi los
únicos parroquianos a esa hora tuve tiempo de observarlos. Él parecía un poco
aburrido, casi molesto, ella tenía una actitud como si estuviera pidiendo
disculpas por el mal humor de su pareja, por la hora en que estaba bebiendo,
por existir…
En fin, a mi los tragos me
gusta servirlos en regla, no pocas veces he tenido problemas con los garzones
pues me tomo mi tiempo en tenerlos a punto, con limón de pica, la dosis de
azúcar adecuada, el batido preciso, bien secos como debe ser, entiéndase que
soy barman no repostero, el frío en abundancia. No creo que exista nada más
abyecto que un pisco sour tibio. Así que como es mi buena costumbre me tomé el
tiempo necesario para servirles unos sours mexicanos como debe ser. Al cabo de
un rato noté que él reñía. No sé bien si a causa de ella, a causa de él, o a
causa de mi demora. Cuando hube despachado mis flamantes tequilas el ya se
incorporaba de su asiento, mal agestado, molesto, despechado. “¡Ese no se lo
pago!” Rebuznó. “¡Sírvale solo a ella!” Y dejó a su mujer en la barra bebiendo
su amargura.
“Tomado solita” Me atreví a
decirle, por decir algo. “Disculpe la demora por favor, no sabía que pudieran
estar apurados” Me miró entonces con ese rostro suplicante, y dos enormes y hermosos
ojos oscuros, y para mi sorpresa retrucó: - No se preocupe, no es culpa suya.
¡Siempre que sale conmigo anda apurado! ¡Me tironea de allá pa’ca! Apuesto que
si anduviera con la amante se tomaría todo el tiempo del mundo.”
Sonreí, queriendo tomarlo a
broma y le dije. - Bueno, si cree que tiene una amante, ¡dele la P.L .R. pues!
- No, no es que lo crea-
soltó ella- ¡Estoy segura!
Fruncí el ceño:
- ¿Y entonces? Qué espera
para despacharlo
Ella me miró como quien
tiene que dar la noticia de la muerte de un pariente, y apuntando con la mano
me dijo: “No puedo, tenemos cuatro hijos.”
Sentí indignación. Me
sublevé internamente y quise sacudir a alguien por los hombros. Pero mi rabia
no iba dirigida al jote que la dejó a solas con un trago, sino que a ella.
En efecto, me pasaron por la
cabeza imágenes análogas que ilustraban la situación de manera, al menos para
mí, elocuente.
Recordaba a un Mozart, pobre
y hambriento mendigando trabajo en Viena, suplicando por un préstamo a seres
que no eran dignos de sacudir el polvo de su peluca. Recodé a un Poe,
vendiéndose por un trago, humillándose por una columna en un pasquín de mala
ley, inclinando su cabeza divina ante gordinflones y satisfechos ganapanes. Que
ganas de estar ahí para decirles: “¿Olvidas tu lugar en el Olimpo que te
arrastras ante estos como si fueras un mortal como ellos?” Por desgracia no
hubo nadie a su lado para recordarles su estirpe celeste y por lo tanto su
deber de mantener la cabeza erguida.
Pero ante usted mi estimada
señora que bebe sola en la barra, si hay alguien que le puede refrescar la
memoria.
Debo tal vez recordarle que
es usted nada menos que depositaria de la herencia invaluable de Violeta Parra,
de Gabriela Mistral, de María Luisa Bombal, de Estela Días Barín, de Javiera
Carrera. ¿Vamos más lejos? Por Argentina tenemos nada menos que a Eva Perón, en
Perú a Chabuca Granda. Alemania: Rosa Luxemburgo, gran revolucionaria y teórica
Marxista. En Francia Madame Curie, científica de importancia crucial en la
historia. Pregúntele a Stefan Zweig (biógrafo de gigantes) quién fue María
Antonieta, a ella le dedica un libro. El etc. es inmenso, tendiente al
infinito.
Ahora bien, tal vez no sea
suficiente ni acaso necesario recurrir a nombres ilustres para demostrarle a una mujer la importancia
decisiva e in equiparable que su género ha tenido en la historia y por tanto el
respeto que se debe así misma. Es más, me atrevo a decir que con doña Juanita
bastaría. Sí, doña Juanita, la sostenedora de la civilización. Que ha educado y
amamantado y creado a miles de millones de seres humanos, incluidos a tunantes
que como el de nuestra amiga. De sus manos a salido el pan. De sus labios las
primeras palabras de amor. De sus tetas venerables la primera ambrosía que
liban nuestras bocas. Sí, “La mano que
mece la cuna, es la mano que gobierna al mundo”.
Recuerdo la escena de una
película que me gusta mucho: Se encuentra Rocky balboa hablando con Micky, su
ex entrenador. Ya ha peleado el título mundial, se le acabó la plata y para
peor está sin pega. Le suplica al él por
un trabajo, así sea de aseador en el viejo gimnasio, para poder vivir. Micky lo
escucha abrumado y le responde: (Parafraseo) “¡Hijo, yo no puedo exponerte a
algo así! Tú no eres para andar acarreando toallas sucias, ni cubetas con
escupos. ¡Le diste una paliza al campeón del mundo! ¡Eres de la realeza!”
Hace un par de semanas mi
jefe, el uruguayo, observó que mi camisa estaba arrugada. Le expliqué
simplemente que no había alcanzado a plancharla: “¿Y para qué tenés mujer?” me
espetó.
“Tu lo has dicho, jefe,
‘MUJER’. Si quiero un electrodoméstico voy a la tienda y lo compro”.
Cerró l´hocico y dejó de
ladrar.
Me duele ver a jovencitas,
que aún no despiertan del todo de su sueño de infancia, con sus ojitos mal
pintados de azul, ataviadas con lo mejor de sus exiguos closets. Felices
caminan rumbo de la esquina a encontrarse con algún galancete tan impúber como
ellas. Forjando ilusiones en un país donde no se las trata ni reconoce de
acuerdo a su condición. Tantos sueños de adolescencia que terminan frente a un
montón de pañales sucios, un sueldo miserable, un marido indiferente que solo
tiene ojos para el fútbol (maldito fútbol como lo detesto). O lo que es peor,
con un ojo morado, unos dientes menos. O
lo que es horroroso, en una morgue. Cuantas esperanzas tiradas en la
barra de un sucucho, con el rimel corrido, frente a la mirada interrogante de un
barman, y con la sensación angustiante de estar en un callejón sin salida.
He oído mujeres hablar del
matrimonio como si no hubiera otro destino. Como si fuera algo para lo que han
sido fabricadas. He visto mujeres que justifican y hasta defienden a su
maltratador por miedo, por ignorancia, por formación religiosa. Que hablan de
él como si fuera su dueño, su amo.
Sin acceso a educación
sexual.
Sin acceso a igualdad en el trabajo.
Sin acceso al salud
igualitaria.
Sin acceso al aborto.
He visto mujeres actuando en
contra de mujeres pues creen que su destino como tales es sufrir, parir y
callar. Depender en última instancia de la suerte de que “… le toque un hombre
bueno, que la quiera mijita.”
- ¿Y su dignidad? ¿Dónde
queda su dignidad?
Es todo lo que añadí a ese
diálogo triste. Se quedó absorta en su tequila, se lo renové tres veces: “La
última es por cuenta de la casa mi estimada”
Pagó la cuenta, dejándome
una buena propina y se marchó. La vi alejarse tambaleando hasta perderse en la
noche…
Deseo agregar a esa charla
trunca, señora que bebe sola en la barra, que quisiera creer que no volveré a
verla inclinado la noble cerviz bajo el incordio del machismo y el maltrato.
Quisiera creer, digo, pero sé que usted es también víctima de sus creencias y
un status quo, por modesto que este sea. Que los hijos, que la plata, que la
edad, que la soledad. Y entiéndame, no soy tan iluso como para suponer que se
escapa de una celda con facilidad.. Pero hay que tomar la decisión interna e
íntima de ser persona, y avanzar apenas las condiciones sean favorables.
Usted no es el juguete, ni
el artefacto, ni el saco de arena, ni el trapero de nadie.
¡No, estimada señora que
bebe sola en la barra, usted no está para eso! ¡Usted es de la realeza!
¡Salud!
escrito por Mauricio Arce
escrito por Mauricio Arce
grafiti & fotos Arturo LedeZma
excelente, es muy difícil ver a "HOMBRES" que respeten realmente a las mujeres, que no las vean como un ser "INFERIOR".
ResponderEliminares el miedo a la soledad ,o simplemente el miedo a cambiar la rutina diaria a la cual estamos acostumbrados.
ResponderEliminarsomos "libres" es lo que algunas personas no han querido entender , o quizás simplemente no las han dejado, deben de estar aferradas a ese alguien quien las ignora, y utiliza a su placer
y mas sin embargo aguantan todo esto por miedo.
he aquí un ejemplo de nuestra sociedad la cual tiene miedo , miedo,miedo
AL CAMBIO .
BUENISIMO, sobre todo por que soy una mujer a la que el padre le dijo "lo único que vale la pena de ti, es el pololo"...y ese mismo pololo dijo "qué estai' mirando weona maraca"...
ResponderEliminary a mis casi treinta años las amigas dicen "y por qué no pololeas?", "no queri' tener hijos?", "y te pensai' quedar soltera", "para qué seguir estudiando?"...
¿Y yo que digo? Más vale cariño propio que weón irrespetuoso. Más vale inteligente, aun que no gane plata con mi carrera, que minita y tonta...mejor libre y risueña que casada con frustración.
Cuesta salir de un circulo vicioso que la sociedad aprueba e incluso te obliga a someterte. Creo que es difícil tanto para hombres como mujeres la cualidad de "propiedad privada" que se nos otorga.