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 por José Luis Torres


 
Desde que tengo memoria me gustaron las novelas policíacas, regularmente encontraba en algún cajón un tesoro con historias de seguimientos y capturas, primero en las cajas que mi tío comunista mantenía muy ocultas en su taller de carpintería, en las cuales se mezclaban libros de todo tipo; desde Hamlet a las Memorias de una pulga. Además, dichos volúmenes  cargaban con el mito o la estela de clandestinidad ya que él debió enterrar libros para zafar una vez que los pacos llegaron a allanar la casa y se vio pillado en el grave delito de tener estas armas de papel tan odiadas en la época (entre las que se cuentan el arte de crear tapas artesanales con el título “La Biblia” con las que camuflaban escritos de carácter político, satanizados hasta más no poder por las “autoridades” de esos años).

Se rumoreaba entre los primos que nunca quiso contar exactamente donde los enterró por el miedo enorme que le produjo ver a su familia en peligro; ya más grande, mis visitas a la feria se convertían en un alucinante viaje a una isla llena de tesoros, donde debía excavar hasta encontrar un título claramente conocido y entregar las monedas casi con culpa por creer que el pobre gallo que las recibía no tenía idea de cuanto costaba el librito, medio roñoso, que liberaba. Y sí, lo reconozco, me encantaban las novelas policíacas, por esa inteligencia sobrehumana de ciertos personajes, específicamente los policías buenos, quienes eran capaces de interpretar los detalles mas mínimos y seguir las pistas hasta dar con el malhechor, quien finalmente era apresado y puesto en la cárcel de por vida. Era una especie de ajuste de cuentas entre un sistema que funcionaba a la perfección y ése tipo que pretendía hacerle daño a las personas. Cada vez que terminaba una historia, podía dormir mas tranquilo sabiendo que el bien siempre triunfa sobre el mal.

Pero bueno, crecí y comprendí que la única gracia de Holmes era su sombrero.

Hace unos días leía en un diario respecto a la decisión del Ministro en visita de la Corte de Apelaciones de Santiago, Miguel Vázquez Plaza, de procesar a siete ex uniformados y dictar la orden de captura internacional de Pedro Barrientos Núñez, sindicado como el autor material del asesinato de Víctor Jara, cometido hace casi 40 años, una labor investigativa larga, minuciosa, objetiva y llena de obstáculos, en la que el Ministro debió soportar, me imagino, gran cantidad de presiones externas; hasta ahí todo bien, casi como en mis novelas policíacas donde policías y jueces estaban al servicio de la comunidad, y digo hasta ahí porque se agrega el gran detalle: Todo lo que hoy sabemos, incluyendo el nombre de el autor de los disparos, fue informado por televisión abierta, en un canal piñufla, con entrevista al acusado y todo, hace OCHO MESES!!!

A ver, respira, no entremos en pánico, me dije mirando al espejo esa misma mañana, algo debe haber en esto que da solo la impresión que todo el sistema judicial y policial está fallando, revisemos los acontecimientos, pero respira.

Mal que mal, el crimen de Víctor Jara parece ser uno de esos grandes misterios que no conviene resolver, no me malinterpreten, no estoy hablando de justicia sino de símbolos, Jara se ha convertido para cada ciudadano de éste País, y por qué no decirlo del mundo, en un símbolo de resistencia y consecuencia absoluta, de esas que se admiran sin necesariamente pertenecer a la misma vereda, incluso, y con todo el respeto que se merece, me da la impresión que en éste país de lucradores compulsivos hay un montón de gente que pone trabas y que no ha dudado en tirar para abajo cualquier tipo de investigación, gente cercana, de los partidos digo que está dispuesto a negociar el esclarecimiento del asesinato a cambio de figurar en los noticieros, una vez al año, con cara de compungidos, cuando todo el resto del tiempo no hacen mas que mirar para otro lado.

Agreguemos a esto, que la policía y el poder judicial están mas preocupados de perseguir, disparar, allanar y encarcelar Mapuches antes que cualquier otra cosa. Si la vida fuese un videojuego, yo diría que para estos tipos los Mapuches dan mas puntaje, porque es locura como se destinan recursos, ministros en visita, horas de investigación, fuerzas policiales y un sin fin de procedimientos como si nada más ocurriera en Chile (mira que a Pitronello lo sacaron rapidito del problema, y es que claro, era una bomba no más...) y de los demás, desde domésticos a Narcos (con toda su maquinaria de corrupción) ni hablar, pase no más, llévese lo que quiera, y lo que no me roban lo gasto en mandanga, si total...

Y entonces agarro el diario de nuevo y leo la noticia otra vez, no sea que mi estupidez prematura haya reaparecido y no haya entendido nada, pero no, la pega no la hizo el juez, ni la policía (que no tiene idea donde vive Barrientos) la hizo una periodista; y es ahí donde comienzan las preguntas ¿cuándo? ¿en qué momento los periodistas comenzaron a hacer ese trabajo? claro, inmediatamente se me viene a la cabeza Truman Capote, pero no es igual, Capote investiga a partir del tipo encarcelado, luego otra imagen, el curita que estaba con arresto domiciliario condenado por abuso de menores y que se “fugó” sin que nadie se diera cuenta a  excepción de un periodista, o lo del doctor Hope en el caso Colonia Dignidad y caigo en la cuenta de que hace rato, mucho rato la pega de la policía y los jueces la están haciendo otros, y me imagino entonces al periodista entregando los videos y las pruebas en una cajita de comida rápida como regalo junto a la hamburguesa que tanto los hace engordar tras los escritorios y estrados.

Es hermosa la justicia, sin duda alguna, es bello pensar de que tarda pero llega, pero seamos honestos, si el periodismo no hace el trabajo no lo hace nadie, hablo de investigación seria ¿no te parece curioso que un periodista, en un año, logre mas resultados concretos a nivel de declaraciones o entrevistas que un Ministro en visita en 40 años? bien, entiendo, descontemos los años de los milicos, digamos, los últimos 15 años, no, no, descontemos la transición, digamos entonces los últimos 10 años, es que habían otras prioridades, bien, descontemos las otras prioridades, ¿los últimos 5 años? tampoco, y ya sabes, las crisis, el terremoto y Piñera (no sé para que sirve, pero nombrarlo no falla en estos casos). Así se nos fue el tiempo, pasa volando y el poder judicial no tiene la culpa de eso; un año, un año de seriedad resuelve un enigma que se arrastra por 40 años ¿se puede hacer entonces? . Claro, pero con seriedad, investigar sin el ropaje farandulero del chico Peña y sus montajes o el afán de cámaras de Juica y su crítica al bono Marzo, sin esos fiscales o jueces que han mermado por años la confianza que cada uno de nosotros tiene o quiere tener en la justicia, sin fiscales que liberen a Soldados del narcotráfico por teléfono o que exculpen a los asesinos del volante porque son amigos de la familia o a esos que son casi admiradores del ku kux klan, y que ven en una honda mas peligro que en una bomba. Seriedad, es todo, y sin cámaras, ni medallas por resolver casos emblemáticos, porque pronto, y me da por pensarlo, veremos a Miguel Vásquez Plaza contando su verdad en Primer plano o en algún matinal o alguna revista de papel couché.

Quizás y en pleno siglo XXI, el jaguar de Latinoamérica pueda dormirse con una sensación de justicia solamente cuando termina de leer una de esas novelas viejas.






Las fotos las sacamos en el Señor de los Pitcher.

Escrito por: Arturo LedeZma

Lecturas Ciudadanas es un micromedio de cultura, tendencias, crónicas y noticias. Es un micromedio del periódico El Ciudadano y sale al aire desde la ciudad de Santiago de Chile. Suscríbete, síguenos en facebook [facebook.com/lecturasciudadanas] en Twitter @lctrsciudadanas y forma parte de esta comunidad
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3 comentarios

  1. Buena historia, comparto el gusto por aquellas. Un agrado leerlo sr. Abrazos.

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  2. Interesante apronte, quizá un poco lato.

    La primera parte me hizo recordar al gran raymond Chandler con su héroe Philip Marlowe en la dama del lago. Y Cómo olvidar, a su vez, el brillante desenlace de la carta robada de Poe.

    La novela policial es un género literario que he disfrutado mucho aun cuando existe una tendencia a ningunearlo por ciertos "especialistas".
    En fin, me detuve en lo superfluo porque lo hallé más entretenido.
    La segunda parte me recordó al hidalgo quijote, luchando estérilmente contra lo infranqueable y con un resultado ya sabido.

    En lo personal siento que justicia y venganza se asemejan a tal punto que posiblemente aquél concepto se desarrollo para "blanquear"
    en algo, éste sentimiento natural que surge de alguna acción que vaya en contra de lo que cada cual siente como correcto.

    Saludos.
    PC.

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  3. Wn, no es solo que el cura de mi barrio, C.Precht se haya mandado esas cagadas, sino que haya pedido que lo defendiera y también ante el vaticano el padre Hasbún(el mismo q estuvo en el estadio nacional). Bueno en todo caso, negocios son negocios.
    Bns LtrsCddns

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